Diagnosticar la espondilitis anquilosante no es sencillo. La persona afectada con esta enfermedad puede experimentar los síntomas de la dolencia bastante antes de que se puedan observar cambios visibles en la anatomía de la columna, tales como el crecimiento de huesos o la fusión de articulaciones.
No obstante, obtener un diagnóstico correcto es importante para poder iniciar el tratamiento correspondiente, antes de que la enfermedad y el dolor que provoca avancen demasiado. El diagnóstico temprano es clave para que los pacientes puedan mantener en la mayor medida posible su flexibilidad y capacidad de movimiento.
No existe un único examen que permita diagnosticar la espondilitis anquilosante. Por lo general se requieren varias pruebas. Un examen clínico, estudios de rayos X o una resonancia magnética que muestren las alteraciones en la columna vertebral, así como un análisis de sangre de marca genética son los medios de diagnóstico más usuales.
Prueba Radiográfica
Las radiografías de rayos X son uno de los medios más empleados para determinar la existencia de la espondilitis anquilosante. Una tomografía computarizada (TAC) o una resonancia magnética también podrían ser necesarias para evaluar on mayor detalle el estado de los huesos y los tejidos blandos (por ejemplo el canal medular).
Estos examenes pueden revelar con gran precisión los cambios que se han producido en la columna afectada por la espondilitis anquilosante.
Los siguientes son los signos más característicos:
Última actualización: 5/03/2012
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