Muchas veces no somos conscientes de ello, pero nuestro estado de salud modula nuestras emociones. Un dolor físico muchas veces se traduce en sentimientos de tristeza, apatía o estrés.
La situación inversa también es posible. Tus emociones afectan tu estado de salud y sensación de bienestar general. Tanto las positivas (alegría, buen humor, optimismo) como las negativas (ira, ansiedad o estrés).
Es muy importante ser conscientes de esta íntima relación. Sólo así podemos trabajar nuestras emociones para que éstas repercutan positivamente en nuestra salud, incluida, por supuesto, la salud de nuestra espalda.
Emociones y Dolor de Espalda
Si sufrimos de dolores de espalda y además nos sentimos decaídos, muy probablemente nuestros dolores de espalda se agraven. Por otra parte un episodio agudo de dolor de espalda o un dolor de espalda crónico, puede dar lugar a emociones negativas: irritabilidad, susceptibilidad o pesimismo.
El dolor de espalda puede tener factores desencadenantes muy diversos, de origen traumático, accidentes, problemas congénitos de columna, patologías diversas. Sin importar cuál sea el origen del dolor, este puede verse agravado o mitigado según nuestro estado de ánimo.
Emociones-Dolor de Espalda: un Círculo Vicioso
El dolor puede causar desarreglos emocionales, pero las emociones también pueden provocar dolor.
Se trata de un círculo vicioso: te duele la espalda y te sientes estresado y frustrado. Este estrés provoca a su vez una tensión en los músculos de la espalda, lo que agrava el dolor aún más. Y así en un búcle perverso que, incluso, puede desencadenar una depresión.
Es fundamental llegar hasta el fondo de estas emociones y entender qué es lo que nos ocurre pasa para poder curarnos y evitar males mayores.
Lidiar con Dolor de Espalda de origen emocional
Muy a menudo intentamos resolver el dolor de espalda con medicamentos y tratamientos. Sin embargo, en el caso del dolor de espalda de origen emocional esto no es suficiente.
Deberemos buscar el verdadero origen del dolor para tratarlo de raíz. De lo contrario, estaremos dando palos de ciego; aliviaremos el dolor de forma temporal, pero volverá a aparecer tarde o temprano.
Si crees que es tu caso, contacta con un especialista psicólogo que te ayude a identificar y gestionar tus emociones.
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